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martes, 12 de septiembre de 2017

El Descuartizador de Majadahonda

El descuartizador de Majadahonda, Bruno Fernández, realizaba ritos satánicos en su domicilio e invocaba a gritos a Lucifer en Móstoles donde residió años junto a su hermana y su padre. También compraba animales vivos en una tienda que luego sacrificaba y en varias ocasiones llegó a provocar pequeños incendios en su domicilio al practicar alguno de los rituales sangrientos que provocaron las llamadas de los vecinos a la Policía.
Bruno estuvo dos veces ingresado en la Unidad Psiquiátrica del Hospital de Móstoles y tenía recetada una medicación especial para controlar los episodios esquizofrénicos.
  Está encarcelado por su relación con la desaparición de una mujer argentina, Adriana Giogiosa. Ésta residía en la casa que Bruno heredó de su tía en Majadahonda de la que tampoco se sabe nada.

 
El descuartizador de Majadahonda «había estudiado informática, aunque no se le conocía trabajo». Su padre regentaba un bar a escasos minutos de su domicilio y su hermana pasa largas temporadas fuera de casa por motivos de trabajo. La relación distaba mucho de ser cordial, según indican los vecinos.
Discutía mucho con su hermana y le decía que se comportaba así porque su madre de pequeño le pegaba y le encerraba en el cuarto de baño cuando no quería comer.
También hacía fuego dentro de casa y olía de forma muy rara. Un día salió tanto humo que acudió la Policía y los Bomberos.
Este hecho llamó poderosamente la atención de los vecinos, ya que durante los años en los que Bruno vivió en el bloque «apenas salía de casa y no parecía que se llevase bien con nadie».
 La tía de Bruno llamada Liria Hernandez está desaparecida desde el año 2011. Desde tal fecha, no se sabe a ciencia cierta qué ha sido de su paradero. Fuentes dicen que se encontraba en una residencia de ancianos y que por eso Bruno controlaba el asunto del alquiler, pero no se ha encontrado rastro de ella en ninguna residencia.


Nunca hasta la fecha se han encontrado los cuerpos de la tía Liria Hernandez y de Adriana Gioiosa pero lo que si se encontró en un registro fue una picadora industrial de carne instalada en el sótano y en ella restos de sangre humana.
 Bruno sacaba bolsas de basura a horas intempestivas, de manera sospechosa y por ello la investigación del caso dirigió sus esfuerzos a buscar restos posibles de los cuerpos en un vertedero de Pinto, que es el destino final de la basura recogida en este municipio.
Bruno vivía con su padre y su hermana Cristal, ya que la madre no tenía relación con ellos y llevaba tiempo sin ver a sus hijos. De hecho, al enterarse de lo sucedido, echó toda la culpa a los psiquiatras y al padre, por no hacerle tomar su medicación en la manera correcta.
 El tema de la separación de los padres es un tema peliagudo, ya que cuando Bruno tenía tres años, según la madre, el padre lo secuestró. La madre denunció a Interpol y llegó a escribir una carta a la Reina Sofía para pedir justicia. Finalmente años mas tarde vuelve a tener contacto con él ya que Bruno residía en Estados Unidos y volvió.
Ahora mismo esta señora no reside en Madrid y no tiene los medios para estar viajando, pero su intención es la de apoyar a su hijo argumentando que “lo debe estar pasando muy mal porque las personas con su enfermedad tienen momentos de lucidez y él si los tiene se dará cuenta de lo que ha hecho”.  La madre es conocedora de los episodios de brotes psicóticos.
La madre dice que se le contaron mentiras acerca de su persona y Bruno estuvo tiempo tratando de encajar la situación. La madre quería que se fuese a vivir con ella a Lugo pero finalmente no se produjo ese traslado. Según ella, si hubiese estado bajo su techo jamás hubiese pasado esto ya que ella misma hubiese estado pendiente de que tomase la medicación, algo que “nunca hacía”.
Se hizo un registro exhaustivo del chalet y de una finca que poseía la tía Liria Hernandez en Toledo, en las afueras de Santa Cruz de la Zarza, encontrándose también restos biológicos humanos.
 Los restos del chalet hallados en la picadora y en una pared del sótano fueron cotejados con el ADN del hermano de Adriana Gioiosa, que alertado porque su hermana no contestaba y esto era inusual en ella, se desplazó hasta España. El resultado fue positivo.


Bruno, el “Descuartizador de Majadahonda” por tanto tiene delitos de falsedad documental ya que según el informe de Grafística de la Guardia Civil, falsificó la firma de su tía para la cesión a su nombre del chalet.
La relación con Adriana Gioiosa era tensa, ésta se quejaba de que tenía manías raras como por ejemplo no dejarla mover un cuadro de su tía del salón o prohibirle bajar al sótano, además de que el acusado vivía sin avisar entre Majadahonda y Móstoles.
 Una persona que se puso en contacto con él, coincidió con Bruno en una terapia,donde hay que enfatizar por encima de todo de que lo único peor a una enfermedad psiquiátrica, es una enfermedad psiquiátrica sin tratar como sucedió en este caso desgraciadamente,con la desaparición de Liria Hernández y de Adriana Gioiosa, y la evidencia de los restos encontrados en la casa de Bruno, el “Descuartizador de Majadahonda”.

Bruno confesó esto en la terapia ;
“Llevo tiempo sintiendo desgañitarse mi voz interior. Un alarido del alma. Y es mi alter ego, ese otro yo que me habla desde hace meses.
Un día, sin esperarlo, volvió a casa conmigo. Había salido con unos amigos a las fiestas del pueblo. Nos divertimos mucho, bebimos, fumamos…y casi al alba volví a casa. Pero no estaba sólo, apareció allí de repente y me susurró en lo más profundo de mi mente que había venido para quedarse hasta el final, pasase lo que pasase estábamos unidos el uno al otro.
Al principio me molestaba pero luego empezó a explicarme cosas. La abstinencia ante las adversidades de la vida, el entorno que me rodea, las confabulaciones…Eso era lo que más me preocupaba. Empecé a atar cabos y descubrí una verdad que no había sabido ver ante mis ojos: me odiaban. Mis propios amigos me odiaban y hablaban mal de mí, estaba claro que pergeñaban un complot contra mí.
Me sorprendí a mi mismo revisando los teléfonos de mi casa y los muebles. Seguramente me habían pinchado la línea para poder conocer todos mis secretos y hacerme el máximo daño posible.
Un día, viendo las noticias salió el Papá. Allí estaba a mi lado, impertérrito mi alter ego y me reveló una noticia asombrosa: el Papa era miembro de una sociedad secreta desde hacía años y adoraban a unos seres de luz venidos de otra galaxia. Me dijo que yo también pertenecía a tan selecto club secreto de culto y que esta información me había sido ocultada durante años.
 
Llevo tiempo pensando en ese familiar que me observa. Creo que lo sabe. Tengo que hacer algo.
No sólo eso, la situación es peor de lo que pensaba. Hay una inquilina en mi casa y creo que en realidad es una infiltrada, sabe quién soy. Tengo miedo, necesito idear algo para protegerme.
Mi alter Ego ha empezado a cobrar más fuerza. Dice que los seres de luz le nutren para ayudarme. Ahora le oigo alto y claro, ya no me susurra.
Me dicen que estoy delirando…qué sabrán ellos! Delirar es hablar con alguien que no existe y yo hablo con mi alter ego y otras veces conmigo mismo por tanto como yo existo no es un delirio. No entienden nada.
 

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